El año 2020 representará el reto más significativo en el ámbito laboral de los últimos años. Para tal fecha, las empresas tendrán colaboradores de por lo menos cuatro (4) generaciones diferentes, lo cual ocasionará que los líderes de entonces (¡y de ahora pues faltan menos de 2 años!) deban desarrollar habilidades y competencias que les ayuden a relacionarse, interactuar, generar confianza y exceder la gran variedad de expectativas, necesidades y deseos de cada generación. Al mismo tiempo deberán encontrar el balance para crear sentido de pertenencia, generar compromiso, lograr sinergias y llevar sus equipos al éxito. En tal sentido, y para irnos preparando, compartimos cuatro (4) habilidades básicas que todo líder debe desarrollar, según los últimos estudios al respecto, en función del nuevo entorno que se avecina:

La actitud de colaboración oportunista que llegue, inclusive, a la cooperación con competidores (concepto de Coopetencia tan innovador hoy en día) es una claro indicativo de una habilidad superior al promedio. La capacidad de trabajar con diferentes culturas y el claro entendimiento de mercados dinámicamente complejos (entornos VUCA); son también fortalezas deseadas en el Líder del futuro cercano.

De más está decir que el término global llegó para quedarse. Los negocios cada vez saben menos de fronteras o geografías y exigen competencias y capacidades profesionales que permitan manejar las diferentes idiosincrasias, mentalidades y culturas comunicacionales. La comunicación efectiva, aquella que es realmente bidireccional y que permite entender inclusive lo que NO se habla -léase lenguaje corporal-; es condición básica para generar entendimiento y empatía, lo cual lleva a su vez, a la generación de confianza. Los negocios se basan en relaciones y las mismas, en la confianza. El rol de un Líder es generar confianza, basado en principios de coherencia, valores y experticia.

La competitividad exige innovación, razón por la cual el Líder debe abordar los accidentes geométricos de la vida de la mejor manera posible, rompiendo círculos viciosos (status quo), abriendo mentes cuadradas (nuevas ideas y conceptos) y evitando “triángulos amorosos” entre lo que se quiere, lo que se puede y lo que se debe hacer. Ciertamente los nuevos Líderes son agentes promotores del cambio, pues la gestión del mismo, junto con la toma efectiva de decisiones y la vivencia coherente de los valores; son responsabilidades o tareas constantes de todo Líder. Y la innovación no se centra en hacer cosas diferentes o nuevas, sino de generar valor de manera eficaz y eficiente (¡al fin y al cabo, cambiar y mejorar, son dos cosas muy diferentes!).